jueves, 29 de octubre de 2020

"El triunfo de la Santa Cruz", Sacristía de la iglesia del Hospital de los Venerables de Sevilla. Valdés Leal.

Para el programa "Gente de Andalucía" de Canal Sur Radio, del sábado 31 de octubre de 2020.
 
En junio de 2017 fui con mis alumnos y mis compañeros del IES Al-Iscar de Villanueva a ver una exposición de Murillo en el Hospital de los Venerables. Además de aquellos cuadros de Murillo de los que apenas tengo recuerdos porque no dejaban hacer fotos, vimos el edificio.
Al entrar en la Iglesia del Hospital de Los Venerables, todos los alumnos se quedaron maravillados, está llena de preciosas pinturas murales. Son de Juan Valdés Leal, y de su hijo Lucas Valdés.

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Y en el techo de la sacristía está este magnífico trampantojo, que da la sensación de elevación. Mi compañero Jesús Ordóñez, excelso historiador no tuvo ningún reparo en tirarse al suelo para hacer esta foto y se lo agradezco infinitamente. Merece la pena que la vean ustedes, y aquí está.

El triunfo de la Santa Cruz, Sevilla, Sacristía de la iglesia del Hospital de los Venerables.


Descripción de la obra:
Estamos en un espacio reducido, el techo no está muy alto con respecto a las personas, si acaso habrá tres metros. 

Imagen de la sacristía para que el espectador se haga idea de cómo es el espacio. En el techo se observa parte de la pintura de la que estamos hablando.



La imagen te abruma pues cuando te colocas en el centro de la estancia  realmente tienes la sensación de que el espacio dobla su altura, y esos cuatro ángeles del tamaño de un hombre adulto te están sobrevolando cargados con una pesada cruz. En los laterales, la ilusión de una balaustrada, unas ventanas y el techo de fondo, engañan al ojo completamente como si la estancia tuviera un piso superior en cuyo vano sucede la escena. La sensación es de contraste pues el fondo de la imagen es de tonos luminosos y los ángeles a contraluz vuelven la escena más natural. 



En un extremo tres querubines participan también de la escena cargando con palmas y un objeto redondo que no alcanzo a entender, aunque quizá sea una corona.

Cuando lo observas, de pie con el cuello forzado para mirar arriba, das vueltas sobre tus pies y lo haces girar ante tu mirada para ver los rostros y comprender la imagen.


Los ángeles están calzados con una especie de botas. Y vemos la planta de sus pies. Este es un plano muy difícil de captar de manera natural, hoy día lo llamamos "Plano Nadir". Su funcionalidad es muy buena para conseguir transmitir la sensación de que están flotando.



Los rostros de los ángeles son hermosos. El cabello largo.  Dejan ver sus carnes en piernas y brazos. Las vestimentas llenas de pliegues como si estuvieran almidonadas y aumentan la sensación de vuelo, no es un vuelo plácido que haga que la ropa penda hacia abajo es un vuelo en círculos, que hace que se note la fuerza centrífuga, muy barroco. Las alas son oscuras en la parte que se acerca al cuerpo de los ángeles y de plumas blancas en sus puntas.

Hay un ángel que está casi sin coloración. No creo que haya perdido los colores pues los tonos de óxido de hierro y tierras que tienen los otros ángeles no pierden potencia con la luz normalmente; al ser pigmentos baratos todos los pintores los han usado de buena calidad. Puede ser que se quedase sin colorear, según me imagino yo, por algún motivo relacionado con el propio trabajo: alguna enfermedad de los pintores que impidiera terminarlo al mismo tiempo que los demás, o una falta de cobro, o quizá usaran en este ángel algún pigmento diferente que haya desaparecido por su componente orgánico, es el resultado de alguna posterior restauración que desconocemos, no lo sé... Pero como funciona bien y juega bien con el resto de la composición así se quedó. 

Padre e hijo trabajaron de junio de 1686 a enero de 1688 en estas pinturas. Fueron muchas, hay que mirar la foto de la Iglesia, es impresionante. Valdés Leal tenía ya 64-66 años y su hijo Lucas 25-27. Para Juan Valdés Leal tuvo que ser este un empeño muy difícil con su edad, pues trabajar paredes y sobre todo en el techo implica un esfuerzo físico grande, dolores de espalda y de cuello, por lo que quizá fuera Lucas el actor preponderante en este afer, pero en la Sacristía se nota la mano del maestro. 

El Hospital de los Venerables fue promovido por Justino de Neve para acoger a los sacerdotes ancianos e impedidos de valerse por sí mismos. Su decoración se hizo conforme a un erudito programa iconográfico, seguramente proporcionado por el propio Neve, destinado a exaltar el ejercicio del sacerdocio, cubrieron muros y bóvedas de la iglesia y de la sacristía con alegres colores y arquitecturas ilusorias. 
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Los restauradores
 
Tengo la suerte de ser amigo de Jesús Mendoza y Miguel Ángel Mercado, dos de los restauradores que repararon estos murales ante de 1992. El otro día nos tomamos unas cervezas y me contaron la historia de esta restauración.  Las pinturas están hechas al temple con retoques al óleo sobre una capa de yeso. Estaban bofadas por la humedad y su labor consistió en consolidar las pinturas con la pared, o sea volver a adherir esta capa de yeso al muro para que no se cayera a trozos. También rehicieron algunos trozos que ya no existían y se nota al ver la iglesia porque los restauradores dejan ver por medio de un cambio de textura los lugares en donde han reconstruido algo que ya no estaba. Se llevaron algún susto relacionado con lo espectral y voy a a aprovechar para contarlo en la radio ya que esta entrada coincide con la fiesta de los difuntos. 

Yo conocía el edificio antes de su restauración pues la Tuna de Filosofía y Letras de Sevilla ensayaba allí, en el patio, y alguna vez estuve con ellos y aproveché para echar un vistazo. Entonces el edificio estaba completamente sucio y las pinturas amarronadas de la humedad y el hollín de las velas. Hoy día da gusto verlo, tan brillante y colorido.  
 
 
Que la Tuna de Filosofía y Letras ensayara allí cierra el círculo. 

Me voy a explicar:

Valdés Leal es el pintor de la Muerte.

La sociedad de hoy pone mucho énfasis en los aspectos vitales y en la juventud. La vejez y la muerte quedan relegados a un segundo plano". La actitud social ante la muerte es, por tanto, de rechazo y ocultación. En este sentido, la muerte se ha convertido en un acto sanitario, controlado por los hospitales y por las funerarias. Las personas no están preparadas, como sucedía antes,  en el caso de la muerte de un familiar. 

"no conocemos, entre los artistas españoles, ningún otro que más se complaciese en representar asuntos tétricos y horripilantes para poner de manifiesto ante sus contemporáneos las terribles victorias de la muerte, a la cual basta un ligero soplo para convertir la juventud, la belleza, el talento, la santidad, el heroísmo y cuantas cualidades, virtudes y grandezas sirven al hombre de poderoso estímulo en la vida, en inertes masas, en repugnantes despojos, en vil carroña, festín de gusanos y carcomas." Gestoso 1917

In Ictu oculi.
Técnica óleo sobre tela. Fecha entre 1670 y 1672. Dimensiones: Altura: 220 cm; Ancho: 216 cm 


Miguel de Mañara
 
Miguel de Mañara, fue elegido  en diciembre de 1663 hermano mayor de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla. Pagó la finalización de las obras de la nueva iglesia, en la que se trabajaba desde 1647. Fue con toda probabilidad el propio Mañara quien formuló el programa decorativo del nuevo templo, pues escribió un libro el "Libro de la Verdad" donde dejaba patente su pensamiento religioso que coincide con los cuadros que encargó a Murillo que pintó seis lienzos con las obras de misericordia, y a Valdés Leal las dos pinturas que debían figurar en el sotocoro, al ingreso de la iglesia: "In ictu oculi" y "Finis gloriae mundi" que aluden a la banalidad de la vida terrena y a la universalidad de la muerte. A Valdés leal le pagaron por este trabajo 5.740 reales.

Finis Gloriae Mundi 
Técnica óleo sobre tela Fecha entre 1670 y 1672 Dimensiones: Altura: 220 cm; Ancho: 216 cm


    El objeto original de la Hermandad de la Santa Caridad de Sevilla era dar sepultura a los ajusticiados e indigentes. 
 
La leyenda de Miguel de Mañara cuenta que este hombre, rico, guapo y pendenciero se dedicó en su juventud a ligarse a cuanta chavala se le pusiese a tiro, y pelearse a espada con cualquier hombre agraviado por estas pendencias amorosas. Y mató a muchos. Una noche volvía a su casa después de sus normales andazas y se cruzó con la comitiva de un entierro, de algún pobre, y al preguntarle a los monjes que acompañaban al difunto por el nombre de este, le dijeron que era D. Miguel de Mañara. O sea, que él mismo se encontró en la calle con su propio entierro. Entonces se volvió pío y se metió en la Hermandad de la Caridad. 

   Miguel de Mañara es el personaje real que incitó el mito de don Juan.  

Escribieron obras inspiradas en este personaje:

  • Antonio de Zamora (No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague, 1713), 
  • Molière (Dom Juan ou le festin de pierre, 1665), 
  • Carlo Goldoni (Don Giovanni Tenorio, 1735), 
  • Aleksandr Pushkin (El convidado de piedra, 1830); 
  • Samuel Richardson, creador del libertino Lovelace en su novela Clarissa Harlowe; 
  • Lorenzo da Ponte, libretista de Mozart, (Don  Giovanni, 1787); 
  • Choderlos de Laclos, famoso por su libertino vizconde de Valmont en su novela epistolar Las amistades peligrosas, 1782), 
  • Lord Byron (Don Juan, 1819-1824, incompleto por su muerte), 
  • José de Espronceda (el Don Félix de Montemar de su El estudiante de Salamanca, 1840), 
  • José Zorrilla (Don Juan Tenorio, 1844), 
  • Azorín, Gonzalo Torrente Ballester (Don Juan) y otros muchos (Christian Dietrich Grabbe, Alejandro Dumas, Edmond Rostand...) y, más recientemente, Max Frisch. 
En el mundo de habla hispana es una tradición teatral constante el representar alguna obra de Don Juan, especialmente la de Antonio de Zamora o la de Zorrilla, en todas las festividades de Todos los Santos a crear la figura de Don Juan Tenorio. 

Y  la noche de difuntos en Sevilla lo suyo es ir a oír el sainete del Tenorio que escribió Eduardo Maestre en la Puerta de la Hostería del Laurel, después oír  cantar a la Tuna de Filosofía y Letras a la estatua del Tenorio que está en la Plaza de Refinadores, y por último escuchar los tétricos sonetos de la plaza de Santa Marta.  Y así se celebra que todos vamos a palmarla tarde o temprano, y se recuerda a los que ya no están y compartieron esta celebración con nosotros años antes.


Postdata: 
  1. No hay nadie que conozca mejor una obra de arte que la persona que la restaura y se pasa muchísimas horas delante de ellas, en su contemplación. Los restauradores andaluces, además son los mejores de España, aquí comenzó todo lo que se entiende como restauración en la actualidad, en los años 80, en la facultad de BBAA de Sevilla. 
  2. Mis alumnos copiaron  el "Finis Gloriae Mundi" en el Instituto de Villanueva. Este es el cuadro, el que está más cerca en la foto.
Está colgado en la escalera del fondo. Junto a un cuadro de Murillo (El sueño de Celestino Neme) y de Las Meninas de Velázquez.

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