La incredulidad de Santo Tomás de
Caravaggio.
Tomás y su recelo fraterno,
¡normal, yo también dudaría,
pues creer en Dios es una cosa
Pero al verse allí, adentro
la presencia germinada
en la habitación cerrada.
Lágrimas de trementina
gotas de fe escribieron
en el piso y los pies de Dios.
Ellas la huida pudieron,
blanco, carmín y ocre
Tomás no pudo, no.
Tomás,
antes de ser trazado
con un lamento tenaz:
¡Ya no necesito hacerlo
hermano, con solo verte!
Hermano tu ser presente.
Hermano de verte muerto.
Hermano tu ser tangible.
Hermano, vivo de verte.
Pero Cristo le pidió:
¡Mete el dedo,
no me duele!
¡Tienes fe en mi
pero han de tenerla ellos!
Su dedo entró con cuidado
sin soportar la presencia
la mano que guió en frío
el tacto seco y honrado
apoyando su ausencia,
muerto y vivo;
y también guió al pintor
y su fe se volvió aceite
sombra y luz
vida y color;
de los hermanos un sólido
pintado y vivo.
Pero todo esto es verdad,
si lo es, y no lo son
de carne y hueso.
No. Están pintados.
Con las frentes arrugadas
por la mano de un hombre
que porque no creía en nada
puso en su sitio las luces
para que escuchase yo.
(C) Juan Charro. Registrado Prop Intelectual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario